martes, 23 de junio de 2020

Un día cerré los ojos

Un día cerré los ojos...

Caminando por el sendero de la vida, llevaba mi lámpara de aceite, con ella iluminaba mi camino en la oscuridad, pues esta me regalaba conocimiento de donde pisar, con seguridad. Había avanzando muchas vidas, en mi caminar, había cambiado mi ropaje al avanzar, había comprendido la importancia de alumbrar.

Una vida, mi percepción cambió, puesto que el camino sólido había desaparecido, era algo inestable el avanzar, no podía detenerme en la orilla, debía proseguir. Eso me obligó a sumergirme en el mar, mis pies entraron primero, luego mi cadera, así mi pectoral, una sensación fría, recorrió mi columna vertebral, ahí entendí, que mi lámpara de aceite, ya no me   iba a acompañar.

Estaba sumergido en el mar, desde mis pies hasta mi corona, el ruido ya no existía, sentía el mar como me abrazaba, me invitaba a las profundidades, la oscuridad me besaba. En esta profundidad, descubrí imágenes, que no había visto en la periferia, sensaciones que eran ajenas a la acción, aquí solo estaba fundiendome con el mar, algo en mi despertó.

Fue como si me arrebatarán algo, y ahí comprendí, que había sido un esclavo, que me había vuelto dependiente de una lámpara de aceite, en ese instante, el mar me arrojo a una corriente, entre en una turbulencia, algo en mi interior desprendió un ciclón de emociones, muchas de ellas reprimidas de vidas anteriores, cuando logré aceptar la carga, está se desvaneció. Me hice más liviano, empecé a salir a flote.

Comencé a ascender a una velocidad impresionante, el vértigo lo sentía, como si estuviera cayendo a una velocidad elevadísima, en ese momento el ojo se abrió, comencé a ver, y lo que vi fue impresionante, vi la tierra, desde el espacio, la inmensidad de la madre, mi flotabilidad me permitió entrar en esta experiencia, recorrí en un instante, de polo sur a polo norte, la noción de el tiempo era distinta, como si las leyes fueran otras.

Volví al espacio, y decidí contemplar el sol, en el momento en que lo miré, sentí una sensación tan agradable de calor, de amor, que me sentí feliz de estar ahí, en ese momento, algo sucedió. Empecé a caer, a caer, a caer, mucha velocidad, y atravece las capas de el cielo, me sentí un meteorito entrando en la atmósfera, un calor deslumbrante me abrazaba.

Llegué tan rápido, a mi cuerpo, nuevamente, en mi habitación... abrí los ojos.

☀️✨❤️

Hiena

 Hiena se encuentra en una habitación oscura, frente a un espejo de cuerpo entero, en la que se aprecia y sonríe.   Mente: ¿Cuantos rostros ...